Quietud

Estándar

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De tanto en tanto tomo un barco de papel y navego río arriba ayudado por los vientos de la Contracorriente. Escapo agobiado por la maquinaria citadina, huyendo del presente y el exceso de trabajo. De los amores no correspondidos y las amistades falseadas. De vez en cuando me encierro en mi cuarto y escapo en barcos de papel río arriba, hasta donde nacen los riachuelos y mueren las montañas, y donde los cóndores planean desafiando la Contracorriente, nítidos a la vista humana cuando anteponen sus amplias alas de ébano al prístino nevado de las cumbres.
Destierro mis pies en el fango poco profundo de la ribera, amarro la proa de mi improvisado navío al pedrado esmeralda con unas lianas de zarzamoras en fruto y como de ellas mientras mi cabeza es masajeada por los guijarros en la orilla del Maipo naciente. Desde allí observo la quietud de la soledad como se mece entre las nubes metamórficas, anidándose entre nieblas de altura y cayendo en motas de algodón contra mi cara. Invitan al escape a una lágrima amarillenta por el tiempo en conserva, pero el valiente orgullo me consume y de una sacudida alejo la melancolía.
Escucho los sonetos de un trovador irlandés resonar entre las quebradas y remover los vibratos hasta mi pecho, en donde se entrelazan con los latidos que una eterna ha dejado:

«Love is tough
When enough
Is not enough.
Not enough, not enough,
not enough,
not enough.»

Vuelvo a mi barco de papel, desamarro las zarzas y vuelvo al río para dejarme llevar hasta su Delta. En el camino me tiendo sobre cubierta y miro al cielo mutar su azul pálido en un naranja otoñal, mientras sobre mi cabeza el Cóndor planea sobre mi ruta. Mira hacia abajo, y en sus ojos puedo ver la quietud de un alma libre. Y me acongojo.
Nunca llegué a puerto. La lágrima por fin soltó sus cadenas y cayó por mi mejilla hasta el suelo, en donde hizo un agujero como si fuese ácido. El agua del río comenzó a entrar, y sólo me sostuve junto al mástil hasta que el agua tapo mis costados. Entonces me dejé llevar por la turbulencia, y creo que no volví a despertar.

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